Con la invención de las latas de conserva, hoy tan familiares y comunes para las personas y para el mercado de la industria alimenticia, nace la actual dieta moderna e industrial. El mentor fue el francés Nicolas Appert quien creó un sistema de conservación de alimentos en vacío que sería el puntapié inicial para la fabricación industrial de las populares latas de conserva
La génesis del nacimiento del sistema de conservación al vacío que daría pie a una gran revolución en la industria alimenticia, las latas de conserva, ocurrió en 1795 de la mano del cocinero francés Nicolas Appert. Este curioso chef empezó a desandar el hilo de este invento al empezar a colocar alimentos en un recipiente de cristal al cual cerraba herméticamente y luego ponía a hervir durante un cierto período. De este mismo modo, descubriría Pasteur tiempo después por 1860, que se mataban a los microorganismos, tras lo que los alimentos se conservaban en perfecto estado y su sabor intacto.
Por aquellas épocas , en pleno siglo XVIII, la conservación de alimentos se había convertido en una cuestión crucial. Los ejércitos que peleaban en todos los confines, y los marinos que pasaban largos meses e incluso años embarcados en sus travesías de mar, eran los principales afectados por esta situación. Si bien existían procedimientos tradicionales para la conservación de alimentos, como la salazón del pescado y la carne y el bizcocho (pan amasado sin levadura y recocido), presentaban su importantes limitaciones : el tiempo de almacenamiento, el mal sabor y hasta serios perjuicios para la salud.
Por ello, cuando Nicolas Appert, en 1795 comprobó en su cocina los excelentes resultados de un procedimiento de conservación tan eficaz como sencillo , la historia para la conservación de alimentos se comenzaba a escribir. En esos años difíciles de guerras y revoluciones, Appert gestaba otra revolución no menos importante para el mundo, creando una fábrica y empleando a decenas de trabajadores con el objetivo de suministrar su tarros herméticos de alimentos a la marina francesa. En 1810, el gobierno de Napoleón Bonaparte le ofreció un premio que constaba en unos 12.000 francos a cambio de publicar y dejar registrado su método innovador en un libro del que luego se harían numerosas ediciones.
Un método que se expande por todo el mundo.
Justo entonces otro francés, Philippe de Girard, viendo las grandes posibilidades económicas de explotar la idea de Appert decide hacer su propia apuesta y viaja a Londres para el desarrollo de su proyecto. Girard, un ingeniero francés inventor de la máquina de hilar en 1810, aportó esta vez una innovación decisiva: utilizaría recipientes de hojalata en reemplazo de los tarros de cristal. Esta innovación resultó muy efectiva, se componía de unas simples láminas de hierro bañadas en estaño. En Londres, se asoció estratégicamente con el empresario inglés, Peter Durand, e hizo numerosas demostraciones de su invento , incluso llegando ante la Royal Society de Londres .
En 1811, Peter Durand quien tenía la patente, se la vendió al empresario Bryan Donkin, un renombrado ingeniero e inventor ( a quien se le debe la creación del modelo de la máquina de papel continuo) . Apenas dos años después, el ingeniero Donkin inauguraría la primera fábrica de latas de conserva del mundo. Para promocionar el lanzamiento de su producto, Donkin ideó una artimaña publicitaria excelente, dando a probar sus productos enlatados a miembros de la alta sociedad de Londres. Así el duque de Wellington y el de York, a su vez le ofrecieron a la reina y al regente, quienes dieron su aprobación del resultado.
También, otra gran personalidad de la sociedad londinense de la época, Joseph Banks, se prestó públicamente a degustar ante la mismísima Royal Society de Londres una lata que llevaba dos años y medio de antigüedad para luego, declarar ante el público presente que el alimento se encontraba “en perfecto estado de conservación”. Gracias a los resultados obtenidos, Donkin firmó contrato con el gobierno y se convirtió en el proveedor oficial de comida enlatada para la marina británica. Si bien, en los inicios su uso empleo se limitó a los soldados enfermos y convalecientes y pese a que apenas tiempo después en 1821 cerraría su fábrica, sería el impulsor para que muchas otras tomaran la posta y siguieran su camino tanto en Europa como en América.
El abrelatas
Los primeros abrelatas surgieron en la década de 1850, cuando la mecanización hizo posible hacer latas más ligeras, dado que las primeras eran muy pesadas. En su momento fueron muy populares unos abrelatas decorados con una cabeza y cola de toro, que se repartían gratis con las latas de carne vacuna. En 1870 William Lyman, un inventor estadounidense ideó el primer abrelatas de rueda cortante. Con ello ya nada impidió que las nuevas latas de conserva empezaran a popularizarse y a cobrar cada vez más protagonismo en las tiendas y despensas de todo el mundo.