¿Sabías de dónde proviene la palabra restaurant?

Algunas palabras de uso común esconden en su origen historias simples pero apasionantes que luego, el tiempo en su propia dinámica, ha ido transformando e incorporado a nuestro idioma español . Lo cierto, es que conocer las historias que hay detrás de ellas , enriquece nuestro panorama cultural y además, nos hace pasar un grato momento al calor del fogón de la historia y de las palabras que se han hecho camino hasta nuestros días. 

La lengua española, tan vasta y diversa, se ha nutrido desde sus orígenes con la influencia de sus hermanas, las lenguas romances, derivadas del latín. El paso de los siglos ha hecho el resto y el idioma español ha ido incluyendo algunas palabras que fueron tomadas , por decirlo de alguna manera, “prestadas” de ellas para referirse al mismo objeto o cosa.

De esta forma, algunos de los vocablos más empleados en el español de uso cotidiano, tienen su origen en el idioma francés y su raíz etimológica resulta mucho más sencilla de rastrear . Este es el caso de las palabras de uso común y con las que estamos muy familiarizados tales como baguette, champagne, boutique o canapé . También, entre otras cuyo origen es un poco más difícil de rastrear, se encuentran los vocablos jamón, croquis y, la palabra que nos intriga de modo particular al momento presente y que estamos dispuestos a desentrañar: la palabra “restaurante”.

Según los expertos en etimología , la ciencia que se ocupa del origen de las palabras y sus relaciones semánticas con unidades lingüísticas más antiguas, la palabra restaurante nació al mismo tiempo que el objeto que designa o, más simple, el establecimiento gastronómico que lleva este nombre. La historia se remonta al siglo XVIII, y particularmente, hacia los últimos años de la monarquía francesa. Según cuenta una anécdota popular, fue en el año de 1765 que un pequeño comerciante, un empresario con espíritu visionario y emprendedor, decidió abrir en la calle de Poulies, en París, un local de venta de comida, en donde ofrecía sopas y caldos portentosos para “restaurar” el cuerpo.

Un lugar para restaurar y reconfortar el cuerpo

Según relata la historia, el empresario cuyo apellido era Boulanger, colocó en la entrada de su reciente emprendimiento gastronómico un llamativo letrero escrito en latín con una frase publicitaria que hacía alusión a uno de los pasajes más conocidas del Evangelio pero adaptado a un sentido más terrenal y urgente : “Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos”, cuya traducción literal es: “Venid a mí hombres que tenéis el estómago cansado y yo os restauraré”.

El restaurante del Sr Boulanger, a diferencia de las conocidas y populares tabernas de la época, contaba con mesitas separadas unas de otras para ofrecer más privacidad a los comensales y además, servía los alimentos acompañados con vino, lo cual no era para nada común. En París, se estilaba por aquel entonces, que los bares ofrecieran únicamente tragos,y no comidas.

Por otro lado, también resultaba muy extraño que la gente común saliera fuera de sus casas para comer o comprar comida. Esto era común si se era viajante o comerciante y el hambre lo encontraba a uno lejos del hogar, sin ningún avío y a mitad de camino de la diligencia o menester que se tuviera entre manos. Quienes pertenecían a la aristocracia y la nobleza, por su parte, contaban con grandes cocinas y cocineros en sus Chateaux’s en donde se elaboraban todos los alimentos que consumían las familias, así como también los de la servidumbre.

Una propuesta con éxito tardío

Si bien, el modelo de negocio propuesto por el Sr Boulanger no tuvo éxito inmediato, el golpe de suerte llegó cuando la Revolución Francesa puso fin a la monarquía y se instauró la Primera República en Francia. En aquel momento, muchos grandes chefs que trabajaban en los palacios se quedaron sin empleo, por lo que tuvieron que salir a las calles , abrir sus propias casas de comida y ofrecer una alternativa accesible y popular de sus platos y delicias.

A dichos establecimientos se los comenzó a llamar “restaurat”, seguramente, por poseer la misma condición de surtir a la gente de platos para restaurar las fuerzas del cuerpo y del alma , para más tarde, pasar a ser conocidos como restaurant. Este formato de local gastronómico se fue haciendo popular -primero en París y sus cercanías- y luego, en casi todas las principales metrópolis europeas, bajo el mismo nombre.

Por otra parte, el éxito del restaurante pudo haberse debido a que con el estallido de la revolución, la burguesía – la nueva fuerza de la dinámica social y económica- fue tomando preponderancia, y encontró en la oferta de la alta cocina que había llegado a las calles, una nueva práctica social al alcance de su bolsillo: la de pagar por comer alimentos excelentemente preparados fuera de las casas compartiendo un momento ameno con familia y amigos, tal como hacemos todos hoy en día.